Chucherías

Días atrás, La Gaceta se hacía eco de un hecho que es ya todo un clásico en las cabalgatas de Reyes en Cataluña: la rapiña brutal, basada en codazos, empujones y pisotones, que ejerce la infantería moruna sobre los caramelos que se lanzan desde las carrozas. Es una estampa habitual en una tarde noche tan señalada ver cómo estos impúberes llenan bolsas enormes de caramelos sin permitir que otros niños, o sus padres o abuelos, se acerquen en pos de tan preciado y sentimental botín, sin importar la cristiandad del evento ni que los dulces puedan estar fabricados con grasa de cerdo. En el fondo, no deja de ser una repetición, a una escala menor y sin la debida cumplimentación de impresos, de lo que hacen sus madres en los diferentes ayuntamientos catalanes cuando-y siempre con la coartada del progresista mantra del riesgo de exclusión social-llenan los carros de la compra con los vales que generosamente reparte el alcalde de turno con los impuestos que siempre satisfacen los mismos. Podrá alegarse, siempre habrá moscas cojoneras, que la denuncia la realiza un concejal  ultraderechista y xenófobo, pero lo cierto es que el lamento por esta práctica carece de color político o social, causando además  una frustración añadida en los paganos de siempre, pues queda claro que, además de no  garantizar nuestras pensiones, la morisma nos deja sin caramelos.