La cabra siempre tira al monte. O no todos eran Iniesta. Casi todo, y bien pronto, vuelve a la normalidad. Decía Ignacio Ruiz Quintano que Madrid, tras el fin del mundo del pasado domingo, olía a pis: un día después, tras los fastos de la primera estrella, olía a bilis y cerveza en la chepa/escupidera de algún directivo: normal. Por cierto, en la Barcelona del escupidor, y sin necesidad de que se haga sobre personas, estas hazañas que ensucian la vía pública se castigan con multa de hasta trescientos eurillos. Fiestas y bagatelas.
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