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miércoles, 10 de febrero de 2010

Un hombre en apuros


El juez estrella-el superjuez, el juez campeador- está en apuros: un ropón del tribunal supremo quiere empapelarlo por prevaricación, el delito- dicen los entendidos- más grave que puede cometer un juez en el ejercicio de su cargo, y entiéndase aquí lo más grave como prevaricar, dictar a sabiendas una resolución injusta, y no instruir esta causa o cualquier otra contra Garzón, lo que termina provocando diferentes reacciones según el talante del personal, o justiciable: la del escéptico cachondo, que pregunta si no estaba ya condenado por prevaricación un tipo tan extravagante como incompetente que guarda en un cajón la traición del chivatazo a una banda terrorista; la del moderado sin remedio, que exige sin una copa de más encima que la justicia pueda hacer su trabajo con tranquilidad y sin presiones; la del desencantado de casi todo, que se fuma un puro y blasfema encabronado que no, que fijo que otros ropones no castigan al campeador y que además este tío tampoco se ha negado, por ejemplo, a casar a dos del mismo sexo para recibir tamaño varapalo. Garzón tiene tantos valedores como defensores, figurando entre estos últimos Amnistía Internacional-nada que ver con las gestoras pro amnistía de los del chivatazo- y la prensa progresista en general, adalides de causas nobles y perdidas que para su desgracia no pueden ser parte en el proceso, pero que ahí están, instruyendo a su manera e incordiando y preguntándose cómo es posible que un hombre bueno y justo que pretendía algo tan sencillo, encomiable y novedoso como abrir un causa general contra el franquismo deba ahora pasar por semejante purgatorio. Yo en última instancia, como Garzón y aquel anuncio de hace tantos y tantos años, sólo creo en el banco de Santander.

1 comentario:

Jabato dijo...

Yo añadiría otra categoría, en la que me incluyo, la del pesimista, pues no veo una condena en este asunto.