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lunes, 27 de mayo de 2013

Iminbuitxó (Iminwichon)



Por Tolerancio

El primer capítulo de las memorias de Kim il Sung, todo un best seller en las librerías norcoreanas, de hecho es el único libro disponible en las estanterías, se titula Mi familia. Ese capítulo fundamenta las querencias dinásticas del régimen. Es sabido que la familia tradicional no es una institución del agrado de los capitostes socialistas de todo tiempo y lugar, salvo si se trata de las suyas.

Nuestro Gran Timonel, nuestro Querido Líder, y padre espiritual de la renacida patria catalana, Jordi Pujol i Soley, también ha instaurado el culto a la familia, la suya, claro, que es la porción de la patria que tiene más a mano. Cierto que Jordi Pujol ha entendido el culto a la familia en un sentido prospectivo más que genealógico, procurando un futuro holgado y confortable a sus descendientes, que han replicado con sorprendente mimetismo la singular pericia de su progenitor para triunfar en la política y en el enrevesado mundo de los negocios.

La diferencia entre Kim il Sung y Jordi Pujol es que el primero rinde en su testamento político un afectuoso recuerdo a sus antepasados, a sus abuelos Kim Po Hyon (que, fonéticamente, dicho del tirón por un catalanohablante puede dar lugar a equívocas interpretaciones) y Kan Ton Uk, y a su padre Kim Hyong Jik, nacido bajo la dinastía feudal de los Ri, en tiempos del emperador Kojong (que, a oídos de ese mismo  catalanohablante, forma una dupla sensacional, simbiótica, con el abuelo paterno del interfecto) y al que nos presenta en su ditirámbica autobiografía como un héroe nacional coreano en la sostenida lucha de liberación de ese pueblo indómito contra la ocupación japonesa. En tanto que Jordi Pujol nunca ha dicho gran cosa de su padre, cuando la trayectoria de éste, desvelada recientemente en un suplemento dominical de El Mundo, demuestra eso que tantas veces se ha dicho, que de casta le viene al galgo… pues, no en vano, el abuelo Pujol abrió la senda familiar rumbo a Suiza, figurando por méritos propios en el top ten de los evasores de divisas a finales de los años 50, claro que con el patriótico y loabilísimo afán de sustraer sus caudales a la rapiña confiscatoria de las autoridades españolas. 

Otras son las similitudes que un observador imparcial advertirá entre ambos espíritus emprendedores. Así como Kim il Sung, cual un asceta entregado a sesudas cavilaciones, recorrió el camino de Mil Ris hasta dar con el busilis doctrinario, el iminwichon, que redimiría a su pueblo amado del calamitoso estado de postración en que se hallaba a fuerza de tiranías e invasiones extranjeras, Jordi Pujol a bordo de su SEAT 600 recorrió en la década de los 60 toda Cataluña, pueblo a pueblo, para captar el pálpito de sus gentes y difundir con discreción las infinitas bondades del catalanismo, pensando en un futuro promisorio que se haría realidad en cuanto se apagara la lucecita de El Pardo.

Los hitos del itinerario, Walthanri, Hwaphyong o Huksu, en un caso, o Capolat, Palausator u Hostalets de Pierola en otro, conforman las etapas de ese común viaje iniciático. Kim, metido a santón, a profeta libertador de su pueblo, redactó su mesiánico ideario en las estribaciones del sagrado monte de Myohyang, nos dice su exegeta, paisano nuestro, Alejandro Cao de Benós de Les y Pérez, ahí es nada, parecidamente a las enjundiosas meditaciones de nuestro héroe aborigen en las adustas celdas de la benedictina abadía de Montserrat. Algo tienen los montes más emblemáticos que de sus cimas descienden, tras su retiro espiritual, los grandes hombres con las tablas de la ley en las alforjas o con el magín repleto de ideas estupendas.

Podrán ser muchas las diferencias doctrinales entre uno y otro, pero en un punto coinciden ambos: en el ya aludido iminwichon, que en catalán daría iminbuitxó, nudo gordiano de sus credos respectivos. La teoría del iminwichon se resume en un solo punto: El pueblo es el cielo, no en un sentido atmosférico o geográfico, sino lírico, metafórico. Ese cielo incontaminado, es un decir, surcado por aves de elegante vuelo, y cutinosas nubes de blanda consistencia, hacia el que alzamos nuestra temerosa mirada, es la imagen más perfecta y atinada de los pueblos norcoreano y catalán, que conservan su angélica inocencia en medio de la tornadiza suerte que les ha deparado el devenir, rodeados ambos de enemigos, de lobos hambrientos, de hienas, de voraces alimañas prontas a hincar sus colmillos en sus carnes derrengadas y sorber su sangre con babeante y expoliadora excitación.

Hay más similitudes, pero por no fatigar a los condenados de esta legión clandestina, ni agotar la paciencia de nuestro gentil anfitrión, resaltaré sólo una: la numerológica. En efecto, los regímenes norcoreano y catalán se hermanan en su común devoción por el simbolismo numérico. Los descendientes de Kim il Sung rinden pleitesía al número 9, pues un nueve de septiembre se proclamó la República Popular de Corea del Norte y se especuló mucho con que Kim Jong Un lanzara sus misiles Musudan contra posiciones enemigas los pasados 14 o 23 de abril, por sumar sus cifras 9, 1+4+4 y 2+3+4, mientras que a los herederos de Pujol se les hace la churra agua con el nuevo número PI, que no es 3’14, el cociente entre la circunferencia y su diámetro, sino el número Por la Independencia, PI, cuyo valor es 17’14. Así es, la bandera del futuro museo del Borne, consagrado a la causa del soberanismo, ondeará en un mástil con una longitud de 17’14 metros al tiempo que dicha bandera tendrá una superficie de 17’14 metros cuadrados. Lamentablemente tan fastuoso estandarte no costará a las arcas públicas 17’14 €. Los espectadores más vocingleros del Camp Nou profieren el grito escalado de in, inde, independencia, en el minuto 17 y 14 segundos de cada partido. Y ya se dice en los mentideros nativos que los buenos catalanes deberíamos cepillarnos los dientes 17’14 veces al día y engendrar en nuestra vida fértil 17’14 hijos, aunque en ambos casos se pierda un poco el sentido de los decimales.

He sobrepasado el límite asignado de 17’14 líneas para poner de manifiesto los paralelismos existentes entre Kim il Sung y Jordi Pujol y por ello les pido disculpas 17’14 veces.


5 comentarios:

Señor Ogro. dijo...

Grande esta entrada entre parecidos líderes, entre almas gemelas separadas en distancia por los malvados españolistas.

En realidad, en la famosa carrera de sacas hacia Suiza, el destino inicial era Corea del Norte. Pero al llegar a Suiza, el seny hizo su aparición, dejando en los labios de Oriol esa expresión de "iré, pero hoy no, mañaaaana!".

Reinhard dijo...

Gracias una vez más, amigo Tolerancio, por su incomparable colaboración.

Es innegable el paralelismo entre ambas familias y regímenes: fijo que cuando el gran Pujol palme habrá grandes competiciones por ver quién llora más.

Particularmente logrado el hallazgo fonético: quin pollón y cojón.

tolerancio dijo...


a veces uno encuentra similitudes donde no las espera. así es la vida. parece una guasa pero los nombres son reales, el del emperador y el otro,de verdad de la buena... no es trola...

Fuga dijo...

Chapeau Tolerancio.
Ya tengo el de Xavi Horcajo La Pasta nostra.
Ya os contaré.

Reinhard dijo...

Cuente, Fuga, y si es posible mande reseña.