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sábado, 17 de marzo de 2012

La gracia



La gracia, o el indulto, no deja de ser una forma de reparación ante la injusticia que en ocasiones suele producirse con la aplicación estricta de la ley: véase, si no, al pobre ratero que se lleva un fallo con unos cuantos años de prisión por robar en su día una minucia y que a la hora de cumplir la pena está perfectamente rehabilitado; a sensu contrario, no parece una medida pensada para el cargo público que comete mil tropelías buscando financiación para su partido, un ente al que se debe ciega obediencia. Hasta ahora, aunque todo se cae a trozos en esta mierda de sucursal alemana, guardaba las formas el otorgante de la gracia, reservando celosamente tal privilegio-como ese pañuelo anaranjado que rara vez asoma en las plazas de toros-para casos muy especiales. Mas los nuevos vientos que zurran la existencia del común de los españoles también causan estragos en el dueño de prerrogativas de esta naturaleza, por lo que a la vez que se llega al poder con la bandera de la regeneración política, por no hablar de promesas de endurecer el Código Penal, se indulta sin reparos ni vergüenza a políticos corruptos y banqueros falsarios. Aperitivo, a fin de cuentas, para la que se avecina con la retórica del perdón de la vía Nanclares.


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