Me entero en un bar que Vicente, hombre entrañable y sabio, saca la lista, la definitiva, y descubro en el silencio de los parroquianos frente al televisor, en cómo reculan en sus críticas airadas al gobierno y olvidan el relato de sus penurias, que la cosa es seria, importante, algo parecido al pitido o timbrazo de un colegio, principio y fin, un toque de corneta que pone firme a todo español que se precie. Se inicia el mundial, porque esto ya ha empezado, y todos los problemas se aparcan hasta nuevo aviso, quizá tres meses, porque el final de la cita, y esta vez no apunta la cosa a terminar en cuartos de final ni a entonar el jugamos como nunca y perdimos como siempre, enlazará con el verano, vacaciones para el que pueda, o el que las siga teniendo pagadas. Mucho y bueno se ha escrito sobre la explotación del deporte por parte de regímenes totalitarios y su empleo como arma propagandística, buen antídoto para neutralizar cualquier tipo de disidencia o simple conspiración, pero hoy día esa máquina casi perfecta, y sin necesidad de un ministerio que la propulse o un Samaranch que la engrase, corre sola, vuela, y acoge en su seno a todos aquellos que necesiten tomarse una pausa, un respiro hasta que lo más cotidiano vuelva a mostrar su peor cara. La lista, por otra parte, bien, la previsible.
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1 comentario:
Pan y circo. Subsidio (si lo siguen pagando) y fútbol. Y yo el primero. Así de triste es la condición humana. España, ra-ra-rá...
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