50 años de la muerte del Invicto,
pero hoy nos encontraremos con los tópicos de cada aniversario: que si era el fin
de una feroz dictadura, que si el óbito dio paso al feliz y próspero reinado del Emérito, que si en ese momento arribó la llegada de una democracia que
tanto esfuerzo y sacrificio costó a los españoles...Pero 50 años no son nada, y así
conviene huir de los diagnósticos que facturen los apologetas del Régimen y
recordar cómo era aquella España de 1975.
Queden aquí unas cuantas pinceladas,
pocas, para el recuerdo y la melancolía: una clase media que poco tenía que
envidiar a la de la Europa desarrollada, un acceso fácil-ya fuese mediante compra
o alquiler-a la vivienda, un modelo educativo con una enseñanza pública, unida
a la privada o concertada, de notable calidad que permitía el funcionamiento de
un ascensor social prodigioso, un sistema sanitario universal y gratuito dotado
de potentes medios materiales y humanos y, poca broma, una deuda pública
ridícula.
50 años no son nada, especialmente
si se goza de buena memoria, objetividad y apego por los datos. Todo lo demás
es música de tertulianos.


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