Íñigo Errejón, aquél del núcleo
irradiador y niño bien de Pozuelo, amén de defensor a ultranza de toda clase de
dictaduras comunistas, ha sido cancelado. Bueno, quizá sea más correcto decir
que se ha autocancelado ante la que se le viene encima. Parece ser, consejos
vendo que para mí no tengo, que el muchacho acosó a unas cuantas mujeres,
mientras que a otras, las que ya habían caído en sus redes, las sometió a
prácticas sexuales poco ortodoxas.
En una infumable carta de
despedida el tipo justifica su retirada echando la culpa al neoliberalismo y a
un patriarcado-átenme esa mosca por el rabo-del que no ha sabido sacudirse, como
si los marxistas de verdad no estuviesen a acostumbrados a cabalgar
contradicciones, que ahí está el camarada Iglesias con el casoplón de
Galapagar. Flaqueza de espíritu, de ahí que en la carta ya confiese que recibe
tratamiento-acompañamiento dice con pedantería-, que a buen seguro será de corte
freudiano.
La historia arrancó en la redes
sociales con una delación, qué sería del comunismo sin un chivatazo, de una
activista mediática que está en esa misma órbita política, para luego ser
aireada por un diario digital que hasta hace bien poco consideraba al cancelado
como un faro intelectual. Como colofón, la camarada Yolanda Díaz asevera que
Errejón dimite como resultado de la investigación interna de Sumar. Vamos, que al
dimisionario le han hecho una autocrítica. Glorioso.