TWITTER

viernes, 14 de septiembre de 2012

La concejala


Por Tolerancio

Transido de amor cortés, será porque he leído este verano los Sonetos para Helena, de Pierre de Ronsard, proclamo a voz en grito, pero con las manos sobre la mesa, que conste en acta, mi admiración por la divinal Olvido Hormigos, concejal de Los Yébenes, provincia de Toledo.

Olvido Hormigos, qué apropiado nombre artístico para más tórridos desempeños que no la docencia… (pues mi amada es profesora de una escuela de primaria, pero podría serlo de uno de esos talleres del tipo Onanismo II Avanzado que los esbirros de ZP financiaban por doquiera)… quizá no ha sido llamada por el señor por los caminos de la política municipal, pero sí para transitar con pie firme ese erotismo amateur que ha descabalgado la industria al uso para adultos en las preferencias de los pornógrafos.

Nada de actrices siliconadas, de pechugas prominentes y faltas de tremores y movimiento, de uñas de palmo y pintarrajeadas como garras de arpía… chicas más normales, la vecina del quinto, bella y grácil como una cervatilla asustadiza, la cajera del supermercado, lozana y hermosa, de generosas redondeces, o el descaro ardiente de mi idolatrada concejal yebenita. Ellas, sobre todo Ella, con E mayúscula, se han enseñoreado de nuestras cotidianas e íntimas fantasías.

Olvido, amor mío, graba y difunde para tu esclavo, y para esas legiones de pobres mortales sobre cuyas laceradas espaldas se erige el destino de las naciones, esas cosas que no puedes enseñar a los pequeñuelos en la asignatura de manualidades… (Área Pretecnológica le llamaban en mis años escolares)… esas cosas que bordas con peritísimos ademanes y deja ya esos plenos tan insulsos donde se debaten áridas cuestiones… que si el alumbrado público, el asfaltado de las calles o el reciclaje de basuras. Nada se te ha perdido ahí. Da el do de pecho y alegra el día a los hombres que trabajan duro, tú que de un solo gemido empalmas tabores de regulares, banderas legionarias y batallones enteros de jenízaros turcos.  

Qué no daría por dirigirte en una película de dos rombos. Ya tengo guiones y títulos por docenas en la cocorota: La alcaldesa te la pone tiesa o La alcaldesa pilla, a la oposición se cepilla, con ese toque carpetovetónico tan nuestro a lo Esteso y Pajares que propicia tu apellido pintiparado para el estrellato carnal. Alcaldesa que no concejala, pues elevo de grado tu dignidad consistorial al más alto rango… y espera, no sea que te corone emperatriz.


PS.- Leo en el prefacio de los imperecederos Sonetos para Helena de Surgères que, en opinión del Cardenal Du Perron, la bella que enamora a Pierre de Ronsard no lo era tanto, por no decir que no valía un pimiento. Ese no es el caso de nuestra Olvido, que de llamarse Helena habría causado la destrucción de Troya y de toda Asia menor.

6 comentarios:

Reinhard dijo...

Amigo Tolerancio, percibo que usted se ha enamorado sin remedio. La verdad es que episodios como el de esta concejala alegran, si no dignifican, la actividad política, acostumbrado como está uno, por desgracia, a ver Sorayas y Valencianos de jeta avinagrada y muecas no precisamente, como nuestra chica, de felicidad.

Conocíamos el dedo de Colón y disfrutamos con el dedo de Mou: hoy nos deleitamos con el dedo de la Hormigos.

Gracias por esta pieza.

Anónimo dijo...


muy bueno sr Reinhard lo "del dedo de la Hormigos"...

Sr. Tolerancio, abrevie... no digo que no tenga guasa su comentario, pero mete demasiada literatura para confesar que, en definitiva, le ha dado un calentón de aúpa con esa damisela. En confianza, a mí también

tolerancio dijo...


Sr. Anónimo, acepto de grado su crítica... me he enrollado más de la cuenta. Y tiene usted razón:la señora Hormigos, me chifla ese apellido, me ha puesto malito... como cuando mozo.

Fuga dijo...

Qué envidia caray. A Tolerancio todavía le corre la sangre por la venas. Bien por él.

Aitor Mento dijo...

Está que cruje, hay que reconocerlo.

Voy a compartir el artículo en una de esas ciber barras de bar que frecuento.

Aitor Mento dijo...

Y la última y magistral frase del comentario de don Reinhard, también.