Aquel mago del humor que era Eugenio patentó el saben aquel que diu? para dar comienzo a sus chistes en una época que ya resulta muy lejana pero que sin duda era más blandita que la vigente, y con ello más fácil escandalizarse por cosas que ahora parecen simplezas. Hoy día, seguramente, Eugenio habría sacado punta y de la buena a las situaciones grotescas que genera la vida social, económica, política y, sobre todo, judicial. Saben aquel que diu que ponen a un tío frente a un juez y dice oye, tron, que soy yo, joder. Lo que tiene la ley cuando es tan blanda como estúpida y tan fácil de burlar es que genera una enorme confianza, ciega y chulesca, en el delincuente, un automatismo, o un reflejo, que va mucho más allá del amparo y tranquilidad momentánea que pueda brindar la constitucional presunción de inocencia, ese derecho que al menos en lo formal baila sinuosamente hasta la llegada de la condena firme. Esa chulería alcanza sus cotas más sublimes en el ámbito de la delincuencia juvenil: solamente hay que pasar una mañana en un juzgado de menores para ver cómo y de qué manera, en una prolongación de lo que sería el patio del colegio, se divierten los menores que van a ser juzgados, el temor entre risas a que sobre ellos caiga el peso enorme de la ciega justicia con el que amenazan ingenuos educadores. Y es que el Rafita, impaciente ante la certeza de que saldría- como es costumbre-por la puerta grande, sin proponérselo emulaba a un incrédulo Otegui que sentado ante el ropón de turno preguntaba ¿y esto lo sabe Cándido? Cándidas leyes, o leyes menores.
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2 comentarios:
Sobre la nefasta Ley del Menor podría decirse mucho, y nada bueno. Los socialistas no quieren oír hablar de cambiarla y el PP se queja con la boca pequeña, ya que gobernaba cuando se parió el invento. Mal vamos.
Sí, vamos mal. De todas formas, y no es poco, la ley del menor es la prolongación de la ley penal del mayor:mucho delincuente y poca víctima y rasgarse vestiduras cuando toca.
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