Ayer noche, Televisión Española, una ruina que se paga sí o sí, se vea o no, decidió blanquear la imagen de un terrorista convicto y confeso como Arnaldo Otegui. No vi la entrevista por prescripción facultativa, bastante es ya contribuir al sostenimiento de esa porquería audiovisual como para tener que vomitar, pero me quedo con una perla del entrevistado que hoy recogen todos los medios: que lamentaba si el terrorismo de sus compadres generó a las víctimas más dolor del necesario. He ahí la infamia.
Más dolor del necesario, de lo imprescindible para conseguir sus fines. Si en el ente público alguien estuviese por divulgar la cultura y no la basura le habría hablado al convicto sobre la última novela de Adolfo García Ortega, Una tumba en el aire, donde se relata con pelos y señales la desaparición de tres jóvenes gallegos en el sur de Francia, su tortura hasta la muerte a manos de unos etarras que los confundieron con policías españoles, cuando no eran más que tres chavales que querían ver El último tango en París. Quizá ahí-matando a palos, sacándoles los ojos con un destornillador-hubo más dolor del necesario. Es posible. Pero nadie preguntó.