Como cada vez que hay elecciones
y el resultado no es de su agrado, las huestes de Potemos han vuelto a
justificar lo injustificable con dos argumentos de peso: la edad y la cultura,
o instrucción, del personal. Así, un dirigente gallego de este partido llama
ignorantes y otras cosas a sus paisanos votantes del PP, y Doña Bescansa afirma
que si solo votasen los menores de 45 años, incluido su infante, Chepito Iglesias ya serían presidente
de la III república española. Todo un hallazgo, aunque también un avance: que
un partido que no defiende el pluralismo político acepte que al menos voten los
instruidos y los más jóvenes, o no muy maduros, constituye un avance que debe
ser tenido en cuenta por la fiscalía para no instar contra ellos la aplicación la ley de partidos.
Acudiendo al fondo del asunto, que es de lo que se
trata, quizá estemos asistiendo a una reformulación del sintagma podemita por
excelencia, la gente. Qué es, qué
será a partir de ahora la gente. La gente serán todos aquellos que tengan
una mínima cultura y menos de una cierta edad. Si estos criterios no sirven
para obtener el poder por medios de las urnas, el concepto será revisado cuantas veces sea necesario: la gente
serán aquellos que nunca lleven corbata y que jamás usen la palabra España, por ejemplo. La
formación cultural también será evaluada: no es lo mismo leer a Gramsci que a
Revel, y no digamos entenderlos. De aquella democracia total del 15-M a este sufragio
censitario, ese y no otro es el recorrido de la nueva casta. Es lo que tiene
pisar moqueta aunque uno continúe sacudiéndose las pulgas de la acampada.