Cómplices y encubridores

Fue el amigo Fuga el que ofreció la primicia que indicaba que el ministro Montoro tenía muy claro que no se destinó dinero público para organizar el 1-O, todo un torpedo en la línea de flotación de la acusación contra los golpistas, pues de ser cierto el aserto mal puede hablarse de malversación de caudales públicos. Tanto revuelo se ha organizado, por esa sintonía entre el gobierno y los procesados, que el juez Llarena se ha visto obligado a exigir al ministro que informe a la mayor brevedad sobre el apoyo objetivo que tienen sus informaciones.

Lamentaba el personal la blandenguería de un artículo 155 muy descafeinado-ya se conocen para el año en curso las subvenciones de la Generalidad para medios de comunicación afines a la causa separatistas-y se encuentra ahora con esta muestra de deslealtad de un miembro del Gobierno para con el juez instructor de la causa, lo que ha provocado el lógico alborozo de los nacionalistas, ya muy crecidos tras el zarpazo alemán en la entrega, presunta y cada vez más hipotética, del fugado Puigdemont. Si se demuestra la falacia de las declaraciones de Montoro, algo que no es descabellado a la vista de lo instruido y del talante habitual del personaje, bien haría Llarena en abrir una pieza única y exclusivamente para los encubridores, si no directamente cómplices, del golpe. Si el desaparecido Maza levantase la cabeza…