TWITTER

jueves, 25 de febrero de 2016

Odia el delito



Hay noticias que tras el estupor inicial provocan hilaridad, o esa sensación ya conocida de que hay cosas que sólo pasan en España. Hace unos años saltó a los medios la noticia de que un español-al menos eso dicen sus papeles-estaba preso en Guantánamo. Rápidamente, y con la siempre desinteresada colaboración del abogado Nart, un tipo pedantesco al que ahora, y gracias a la inutilidad de Bruselas, tenemos que soportar un poquito menos, se organizó una especie de cruzada para sacar al muchacho de aquel penal americano, cambiar el mono naranja por una chilaba y, ya de vuelta a casa, darle una paga vaya usted a saber el motivo.

La Audiencia Nacional condenó al tal Hamed a unos cuantos años por integración en banda armada, pero el Tribunal Supremo, que cuando quiere se la coge con papel de fumar, casó esa sentencia y dictó otra absolutoria. ¿Qué hacía el hombre vagando entre la frontera de Pakistán y Afganistán tras el 11-S? Cualquier cosa, daban a entender los ropones, desde turismo de alpargata hasta visitar a un primo cuarto que cultivaba amapolas en aquellos páramos, incluso, no se descarta, que se adiestrase para la Yihad, pero todo es irrelevante por la ausencia de garantías procesales en su detención y posteriores interrogatorios, aunque fuese realizados por policías españoles. Vacío probatorio, fin de la historia y que pase el siguiente.

Ahora, y tras unos años de vida más o menos placentera, el talibán español ha vuelto a ser detenido en su Ceuta natal, en este caso por captar menores para su guerra santa. Presuntamente, claro. Esperemos que en esta ocasión-odia el delito y compadece al delincuente-le sean leídos sus derechos como Dios manda, se le dé un chándal taleguero en lugar de un mono de butanero, que tanto estigmatiza, y se garantice su derecho a la defensa, ya sea con un letrado de oficio o particular. En este último caso, y por aquello de la confianza-tan importante en estas lides procesales-que proporciona el hecho de ser viejos conocidos, puede asumir esa defensa, si su agenda europea lo permite, el mismo letrado de aquellas pendencias. Será un coñazo soportar su logorrea de picapleitos en todos los platós de televisión, sin duda, pero es el derecho irrenunciable y constitucional de su cliente.
   

lunes, 22 de febrero de 2016

Iniciativas populares



Leo por ahí que los podemitas y sus allegados han recogido miles de firmas para que se absuelva a Rita Maestre de los hechos por los que ha sido enjuiciada. He ahí la iniciativa judicial popular, nueva aportación del partido de Iglesias al panorama político nacional que sirve de aperitivo para los tiempos que se avecinan, con una remodelación de la gracia del indulto, que será antes y no después del juicio. Pero tampoco hay motivo para alarmarse, la iniciativa legislativa popular está en la Constitución y sirve de poco. ¿Y no dice la Magna Carta que la justicia emana del pueblo? Así es, pero esa es una popularización de la justicia que no gusta a este neocomunismo nacido en las redes sociales y que se administra por un grupito de profesores universitarios, pues a fin de cuentas el pueblo es plural y eso no garantiza el triunfo de sus ideas.

Cuestión baladí, por otra parte, e iniciativa estéril ésta de los devotos de la concejal: el arzobispo de Madrid, en el ámbito de sus atribuciones, ya ha absuelto a la chica al considerar que su acción no era más que un pecado de juventud. Una nueva versión del pleitos tengas y los ganes a caballo entre lo divino y lo humano. O popular.

viernes, 19 de febrero de 2016

Ante la disyuntiva



La corrupción no sólo va a desalojar del poder al PP, que es lo normal en países donde el pueblo vota y castiga, sino que está haciendo que muchos de sus dirigentes pierdan el juicio, entendiendo por tal el entendimiento o inteligencia mínima, no el proceso legal al que muchos deberán hacer frente por delitos varios. Así, esa savia nueva que son los Casado, Maroto, Maíllo & Levy andan como puta por rastrojo dando explicaciones y ofreciendo la cara para que se le partan cada vez que estalla un nuevo episodio de corrupción en el partido, es decir, de lunes a viernes y alguna fiesta de guardar.

En ese delirio, la última viene de la mano de un concejal popular del Ayuntamiento de Madrid, quien para despachar el acoso de las huestes podemitas dejó estas palabras para el mármol: prefiero tener un compañero que haya robado a otro que ponga bombas. No es fácil elegir entre un crimen y otro, pero parece claro que es mucho más grave poner una bomba, al menos para el legislador, que castiga más grave un bombazo, no digamos si hay víctimas, que un latrocinio. Aunque hay excepciones, y ahí tenemos a Urdangarín con una petición de pena que se parece a las que habitualmente se piden por asesinato.

Pero al margen de que todo es discutible, pues el compañero del alma te puede robar a ti y eso dolerte más que las bombas que se lleve el vecino, no digamos el enemigo, estamos ante una muestra más de la paranoia que se ha apoderado de una tropa paniaguada y aferrada al cargo que, ante el populismo de unos adversarios que ellos, entre toros, han parido, no sabe esgrimir mayor y mejor argumento que el y tú más. Del sé fuerte, Luis, de Rajoy, hemos pasado-de perdidos al río-al terreno de las odiosas y poco afortunadas comparaciones, echando mano de la siempre delicada, sensible cuestión del terrorismo. Habrá que tomarlo a cachondeo, una idiotez más de esta gente, y pensar que para bombas, las de Rita.

miércoles, 17 de febrero de 2016

La Cheka



Siempre he apreciado un cierto parecido físico, el ideológico es indiscutible, entre Pablo Iglesias y Félix Dzerzhinsky, el fundador de la Cheka, si bien la rígida moral soviética no hubiese permitido al polaco lucir las greñas del podemita, cabellera que las malas lenguas achacan una pequeña coquetería de Iglesias, la de ocultar su chepa. Viene al dedillo la cosa del parecido razonable tras conocerse las últimas exigencias de Podemos a los socialistas para alcanzar eso que ellos llaman pacto de progreso. Entre un chorro, o derroche, de propuestas extravagantes, más de una nos lleva a la época dorada del marxismo-leninismo en la URSS; así, se aboga por la creación de una Secretaría contra la corrupción y el crimen organizado, florido nombre que nos trae a la memoria la célebre Comisión extraordinaria para la lucha contra la contrarrevolución y el sabotaje, Cheka. Consecuencia de esa Secretaría sería la creación de un Comité denunciador y un control a los actos sospechosos de innmoralidad.

Montado el tinglado de esta guisa, que no es otra cosa que elevar a categoría general y permanente algo parecido a los grandes procesos estalinistas, nos topamos con otro comité, en este caso el de la búsqueda de la verdad, con el establecimiento de mecanismos para el esclarecimiento y divulgación de la verdad. Algo de eso, el Ministerio de la Verdad, nos había contado Orwell en 1984. Se entiende perfectamente el temor de los analistas más liberales ante la explosión de gasto público que se avecina si el llamado pacto de progreso, en el que no caben socialdemócratas de manual como el Partido Popular y Ciudadanos, culmina en un gobierno de esta naturaleza, pero no porque se establezcan rentas básicas y pensiones inviables, entre otras quimeras, sino por la cantidad de jueces, fiscales, policías y chivatos que precisaría tanta comisión y tanta búsqueda de la verdad en lo que sería una Lubianka gigantesca con sucursales en todo el territorio plurinacional. Y sin las tasas de Gallardón, ay, para tanto pleito.

lunes, 15 de febrero de 2016

Obituario



Hay algo de justicia poética, y ecológica, en la muerte de Muriel Casals: ese progresismo necio que todo lo invade, y del que la finada formaba parte, ha decidido, antes de tener la potestad para fusilar a los automovilistas, que los ciclistas han de ser los amos de las calles de las grandes ciudades. Se va Casals sin ver la soñada independencia a la que consagró su vida, y se va atropellada por un ciclista urbano que, hechas las primeras pesquisas policiales, parece completamente inocente, y mucho más allá de la presunción legal. Así que, como dicen los americanos, no hay caso, lo que priva a Casals de la condición de mártir por Cataluña que han tenido otros próceres de la patria catalana.

Hace unos años, además de tildar de maltratadores a los padres que reclamaban bilingüismo en las escuelas para sus hijos, reivindicaba como legítima una cierta violencia para lograr sus objetivos y tumbar así el orden existente. Ironías del destino: tras no respetar un semáforo en rojo, deja la señora este mundo cruel de forma violenta a manos de uno de los arietes, los simpáticos ciclistas, de un nuevo orden establecido, el del crecimiento sostenible, eufemismo tras el que se oculta el subdesarrollo insoportable. Todo un proceso que no tiene pinta de descarrilar.  

miércoles, 10 de febrero de 2016

Un guiñol



Ahora que se finiquita el Carnaval, con el preceptivo entierro de la sardina, es buen momento para comentar el célebre episodio de los titiriteros en la villa de Madrid, martingala que coincidió con los premios Goya, otro espacio sagrado para los títeres donde confluye lo mejor de cada casa. Tras el numerito del concejal Zapata, otro que oficiaba de enterrador, parecía que el desmadre podemita estaba un poco controlado, pero es natural la tendencia de la cabra a echarse al monte, de ahí que aquello que estaba destinado a ser un espectáculo infantil de títeres se acabase convirtiendo en un episodio judicial con dos tipos encarcelados por un delito de enaltecimiento del terrorismo, entre alguno más de nombre rimbombante. Decisión excesiva la del juez, nos dice la alcaldesa mientras habla de ETA como movimiento político, sintagma casi olvidado que nos lleva hasta Aznar y su gloriosa mención al MLNV.

Sin entrar a valorar la decisión judicial, que ya revisará la superioridad con más criterio que la Sexta, vuelve a demostrarse la fijación de esta izquierda extrema con los niños, que no son de sus padres-progenitores dicen ellos- sino del Estado, por eso el bebé de Bescansa pasaba de mano en mano en el Congreso: el niño no es de la madre-padre parece ser que no tiene ni falta que le hace-sino de todos, y todos somos el Estado. Por ello el adoctrinamiento de la infancia es fundamental, ya sea en la escuela, pública y laica, o en la calle, bien en una falsa cabalgata de reyes, bien en un guiñol carnavalesco donde violan monjas y ahorcan jueces los mismos sujetos que exigen a los padres que no compren juguetes bélicos a sus hijos. El consejos vendo que para mí no tengo de la progresía nacional que hasta aquí nos ha llevado.

Pero es ésta y no otra la gloria que vive la ciudad de Madrid con la abuela Carmena, una alcaldesa del pueblo que permite los disparates de todo tipo que le monta esa chavalería que tiene en las concejalías, niños y niñas feroces que en un salto freudiano matarán a la abuela antes que al padre, que ya hemos dicho que es ese Estado al que hay que reverenciar. Éramos pocos y parió la abuela, he ahí el auténtico guiñol que nos ha traído esta democracia absoluta y que se representa en sesión perpetua y para todos los públicos.

lunes, 8 de febrero de 2016

Grandeur de la France, oh, la, la



Por Tolerancio

La grandeur de la France se respira paseando por París. Se percibe, curiosamente, en pequeñeces, en ínfimas trivialidades y bagatelas. Lo bueno, o malo que tiene, estoy por decidirlo, es que sin saber cómo, te la transmite y por unas horas te sientes partícipe del inasible fenómeno. Lo mismo da que seas un botarate de campeonato, un rascapieles, adjetivos que se compadecen con un servidor a las mil maravillas en cuanto hace balance y busca para sí una etiqueta, una categoría moral. Y que la historia de Francia esté salpicada, entre bromas y veras, brillos y sombras, de episodios vergonzantes y debacles insondables.

Me chifla. Es mi ocupación favorita: dar lumbre a los transeúntes que se acercan a mí. Monsieur, me dicen… ¡A mí!... con mi aspecto de patán, de pinchaúvas. Te lo sueltan con ese acento tan lisonjero al oído, que es el timbre por antonomasia de la elegancia y de la civilización. Nada de tíocolega o amigoMonsieur, pronúnciese mesié, como Zapatero ante sus señorías de la asamblea gala, pero en fino, nasalizado. Todos los fumadores salen de su casa con tabaco, ese dañino y dispendioso vicio, pero a veces, olvidan, qué fatalidad, el encendedor. Te piden fuego, pero no cigarrillos.Exactamente como en casa, donde te asaltan para pedirte un pitillo, a veces dos si los menesterosos de la nicotina van en pareja, uno para mí y otro para mi amigo, tío roñoso, y casi nunca fuego, pues olvidan la cajetilla pero no el mechero. O mejor, sospecha uno que jamás en la vida pisan el estanco a la espera de sablear a ese incauto que pasa a su lado fumando. 

Viajando en Metro, el Metropolitain, de Anvers, inmediaciones de Montmartre, a Blanche, para la foto obligada ante el Moulin Rouge, tomo asiento junto a una señorita. Lleva sus auriculares preceptivos, y, aislada del mundo exterior, escucha música… quiero decir, del silencio exterior. Pues, aunque los convoyes son incómodos, feos y rancios, los viajeros, da igual raza, edad o condición, mantienen una actitud respetuosa con los demás y no se oye ni una mosca. Procuro afinar el oído para identificar la música favorita de la jovencita, pero, ahí está la gracia, no puedo: faltan decibelios. Es algo rítmico, sin duda, que no una balada de Jacques Brel o de Aznavour, pues balancea la cabeza con chispa y juvenil coquetería. Lo mismo que en casa, donde los chicos, si uno toma el autobús o el metro, van y te atizan los grandes éxitos musicales del momento gracias a esos chismes que, en teoría, sólo oyen ellos, pero que, a toda castaña,comparten con los demás.

Por cierto, la red de metro es tupida, densa, te lleva a cualquier rincón de esa gran ciudad y de su extrarradio. Sus coches son una chufla al lado de los nuestros, que se renuevan cada tres o cinco años, concurso o licitación con mordida mediante. Quizá les compensa no dilapidar una fortuna en el diseño de los vagones e invertir el dinero público en otras cosas: una cuestión de prioridades. Acaso aquello de tirar con pólvora del rey, en Francia no se estila,porque no hay rey. A saber.  

De regreso al hotel, cerca de los Inválidos, pasamos por la calle Saint Dominique… una guardería instalada en un palacete pequeñito, precioso… un palacete para pitufos. En la diminuta balconada de lécole maternelle ondea la bandera tricolor. Lo mismo que en las guarderías de Barcelona o, qué sé yo, de Madrid o de Logroño, pues para el caso… me admira la estampa y le tiro una foto tan mal encuadrada que no me queda otra que borrarla. Musito entre dientes… For me, for me… formidaaaaable, que es la melodía queme acompaña como una sombra durante mi periplo parisino. Sus notas enfáticas, sincopadas, me ayudan a escabullirme íntimamente de esas preguntas que, a ratos, formula mi señora con la cadencia de tiro de una ametralladora… ¿Qué ciudad te gusta más, París o Londres? ¿Hacia dónde van esas nubes? ¿Por qué sirven siempre un vaso de agua con el café?

Tras comparecer ante la faraónica estructura de mecanotubo de la Torre Eiffel, y esquivar una cuadrilla de buscavidas, puede quekosovares, que te piden una firma para sólo Dios sabe qué pillería, lo mismo aquí que en las fuentes de Montjuich, emprendemos un paseo por la orilla derecha del Sena, rumbo al puente de Alejandro, con sus pilastras y sus esculturas doradas, y doy… me froto los ojos incrédulo… con l’esplanade de David Ben Gurion, fundateur de l’Etatd’Israel… que espera sentado, se me escapa una risilla, su homenaje y asiento en el nomenclator barcelonés, junto a Karl Marx,La Pasionaria, el turulato de Maciá o el golpista Companys.

Pero hay más. Unos pasos adelante, el memorial de la Guerra de Argelia. Por las tres pantallas verticales, del color de las franjas de la bandera nacional, desfilan los nombres de los caídos en la contienda, civiles y militares, franceses de origen o pieds noirs, como el agua brollante de un manantial. De todos. Y de cada uno de ellos. Y fueron miles. Y no dejo de pensar en las miserias conmemorativas de nuestras guerras cainitas, pareciera que aún inconclusas, o en el monumento a las víctimas del 11-M que, dicen, se cae a pedazos, y contra el que los borrachines y los chuchos callejeros se orinan a sus anchas.

Llego a casa y antes de subir al autobús de línea nº 46 que lleva del aeropuerto a la avenida Paralelo, ya me han pedido un cigarrillo. A los pocos días, en medio del ruido manicomial de mi tan mierdícola como amado país, me entero del affaire de los titiriteros pro-etarras y ahorca-jueces del carnaval infantil de Madrid. En las Tullerías, del lado de la calle Rivoli, también presencié un fragmento de una función de marionetas. Un volcán pachucho, dispéptico, vecino de Nueva Caledonia, pues son más que nosotros y aún conservan provincias de ultramar, vomitaba fuego y lava. La protagonista, me pareció una ardilla, o un desconocido mustélido, le dice a la luna lunera que ella es su único remedio. Como una enorme pastilla efervescente, de alka-seltzer, desciende sobre el cráter y desaparece en su panza. El volcán echa humo, eructa satisfecho y…voilà… recupera la sonrisa. Ya no le duele la tripita. Los niños, pocos, el día es nublado y gris y amenaza lluvia, aplauden entusiasmados.

Estos días repito el estribillo a todas horas… For me… for me…formidaaaaable…  La grandeur de la France… y… Mon Dieu !… la petitesse de l’Espagne.


viernes, 5 de febrero de 2016

Dale, Manolo



Mientras un Rajoy cada vez más crecido en la derrota se aferra al cargo en funciones, pareciéndose mucho a los músicos del Titanic, sigue salpicando la mierda del PP valencià con un rosario de investigaciones-ya no existen imputados porque es término estigma-que obliga al gallego a disolver el partido en la taifa fallera. Para que luego se diga que el presidente no se mueve, que es lento de reflejos e indolente, cuando por una vez se ha anticipado a los acontecimientos, adelantándose a los jueces, que son los que habitualmente disuelven las bandas organizadas.Investigados por imputados, he ahí la medida estrella de este gobierno contra la corrupción.

Parecía que aquellos trajes de Camps eran el no va más de los chanchullos, y hasta un jurado popular, caro como un hijo tonto, se montó para un veredicto que estaba cantado, y no sabía el personal lo que se guardaba bajo las alfombras de los palacios. Las cuentas de Rus-mil, dos mil, tres mil-son ya el número de empapelados por corrupción que tiene el Partido Popular repartidos por toda la geografía nacional, de tal suerte que hay que montar gestoras teledirigidas desde Madrid, porque sustituto que entra, sustituto que adquiere la condición de investigado al día siguiente, o esa misma tarde. Ante tal frenesí, acabarán colocando al frente del partido en Valencia a Manolo el del Bombo: al menos con él, el España, ra, ra, ra, está garantizado.

martes, 2 de febrero de 2016

Castas y bares



Tal que la mujer del César, con lo de ser y parecer, Pablo Iglesias no asume la máxima del decoro y se lanza por la pendiente de la obscenidad, aquella de la que no se ha movido desde los tiempos de esa otra cafetería. Tanto criticar a la casta y rodear el Congreso para acabar deglutiendo y alabando los precios de un  bar que pagan todos los españoles. De la facultad hasta aquí, siempre chapoteando en la putrefacción, nos topamos, más adecuada que nunca, con la célebre sentencia de Marx: la historia repetida como una farsa, la de la subvención.