Aquí tenemos un buen ejemplo de hombres condenados, por acción u omisión, méritos o deméritos, y que bailan a ritmo trepidante en una obra que no se aparta del género negro que caracteriza a su autor, aunque no deje de ser una novela histórica, con las dosis justas de ficción- no todo puede estar en los archivos- que requiere una empresa de este tipo, en la que el flashback juega un papel fundamental, transportando al lector a una sucesión vertiginosa de acontecimientos, un ir y venir que obliga a seguir pasando páginas con avidez. Condenados que fueron legión-anónima en muchos casos- y que se mueven en diferentes épocas y escenarios, vida y muerte de víctimas y verdugos, de Trotski, errante en su exilio, y Ramón Mercader, implacable perro de presa no exento de conciencia, pero también de Andreu Nin y del POUM, de la Guerra Civil, campo de pruebas para los hombres de Stalin.De las catástrofes siempre queda la nostalgia por las naderías de la víspera
miércoles, 23 de septiembre de 2009
El hombre que amaba a los perros
Aquí tenemos un buen ejemplo de hombres condenados, por acción u omisión, méritos o deméritos, y que bailan a ritmo trepidante en una obra que no se aparta del género negro que caracteriza a su autor, aunque no deje de ser una novela histórica, con las dosis justas de ficción- no todo puede estar en los archivos- que requiere una empresa de este tipo, en la que el flashback juega un papel fundamental, transportando al lector a una sucesión vertiginosa de acontecimientos, un ir y venir que obliga a seguir pasando páginas con avidez. Condenados que fueron legión-anónima en muchos casos- y que se mueven en diferentes épocas y escenarios, vida y muerte de víctimas y verdugos, de Trotski, errante en su exilio, y Ramón Mercader, implacable perro de presa no exento de conciencia, pero también de Andreu Nin y del POUM, de la Guerra Civil, campo de pruebas para los hombres de Stalin.
Lo estoy leyendo y es fascinante.
ResponderEliminar